Mami, soy un vago pero mira qué rabo tengo

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Nada más ver entrar a su madrastra al dormitorio, ya sabía lo que iba a pasar: que ella se iba a quejar de que no hacía ni el huevo en casa. Un total inútil, siempre le dice, y además un guarro que ni siquiera es capaz de ordenar su habitación. Pero ahora ya le ha cogido la medida, y no está dispuesto a que le coma la oreja, porque está pensando en que le coma otra cosa. Ya se ha dado cuenta de las miradas que le echa al paquete, y sabe que su polla gorda va a ser la clave para que se deje de tantas quejas. Y está en lo cierto: en cuanto empieza a darle la brasa, él le enseña su verga tiesa deseando caricias y lengüetazos; la viciosa de la madrastra no se puede resistir.